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Ruta sagrada del jíkuri en Chihuahua

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Ruta sagrada del jíkuri en Chihuahua
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Clave

AM3-CHIH-1-10
Ámbitos representados por el elemento

Prácticas sociales, rituales y actos festivos
Conocimientos y usos relacionados con la Naturaleza y el Universo
Ubicación geográfica y alcance del elemento

Local
Nombre de las comunidades involucradas

En la sierra Tarahumara, las comunidades practicantes están en Choréachi, municipio de Guadalupe y Calvo. Existen otros pueblos rarámuri de Tarahumara que realizan este recorrido a colectar jíkuri de esta zona: sur de la cabecera municipal Guachochi, Tewerichi, Narárachi y Wawachérare, municipio Karichí), en Chihuahua. La zona, compuesta por cerros y planicies, a donde acuden los rarámuri a colectar jíkuri cada temporada invernal esta ubicado en Camargo, Chihuahua
Descripción del elemento

Hay tres espacios diferenciados que conforman el viaje sagrado del jíkuri en Chihuahua, todas las partes tienen que ver con la cultura rarámuri, sin embargo aún falta documentar si en las ciudades, ranchos o localidades cercanas al lugar de colecta existen grupos mestizos con alguna práctica particular relacionada con el peyote, además del uso medicinal por supuesto:
- El nombre que le dan a esos cerros la gente de Camargo es Sierrita de la Candelaria, la Sierra del Jabalí y el ejido El Porvenir. La región se encuentra al otro lado de propiedades privadas, principalmente ranchos ganaderos como Arenales, El Yuma, la María, San Ramón, etc. La entrada menos custodiada se ubica por el ejido El Porvenir ya que los ranchos no permiten la entrada más que a grupos rarámuri durante el invierno y hasta poco antes de Semana Santa; allí es donde se localiza el jíkuri (Llophophora Williamsii)
- La vereda o el camino, el itinerario, que siguen el sipáame y sus ayudantes hasta llegar al lugar de colecta y la ceremonia donde se platica con este ser o entidad para saludarlo, contarle las novedades en la sierra, pedirle permiso para juntarlo e invitarlo a subir a Tarahumara.
- La ceremonia del jíkuri o raspa que se realiza al llegar a Tarahumara para curar a gente enferma, prevenir enfermedades o “subir” (liberar) las almas de alguna persona quien en vida consumió esta planta sagrada. “Los pueblos indígenas de nuestro país tienen lugares y objetos que consideran sagrados y que son protegidos con celo extremo. Cuevas, ríos, lagunas, islas, templos, cementerios, cerros, en los cuales se realizan ceremonias y se depositan ofrendas: cruces, esculturas de piedra, varas de mando y otros objetos relacionados con la historia y la religión de los pueblos” (RAJSBAUN, 2001:60). Esta ruta sagrada es una ceremonia que consta de varios momentos durante los días designados o escogidos para la colecta, comienza allá arriba, en las cumbres serranas con el sipáame a la cabeza del grupo de ayudantes y tal vez algún enfermo que requiera una cura extraordinaria, vendrán a saludar y recoger al Señor de los cerros. A su llegada a los llanos semi-desérticos van directamente a las autoridades municipales, seccionales y/o ejidales para avisar o pedir permiso para recolectar peyote. En el caso que estamos documentado, Choréachi, ellos acostumbran siempre avisar al Ejido El Porvenir, al presidente del Comisariado ejidal que andarán algunos días por allí colectando peyote. Después continúan con otra parte del ritual, uno más al pisar las faldas del cerro al amanecer -donde por generaciones han llegado a colectar el peyote- y avisarle al ser llamado jíkuri que han llegado y pedir su permiso para entrar al territorio, caminar hacía el cerro y en lo alto continuar la ceremonia. El ritual continúa durante buena parte del día, suben al cerro, buscan jíkuri, encuentran el cactus o familias del mismo y empieza la colecta, luego se desprenden de la mayoría de su ropa los hombres y montan un pequeño lugar de ofrecimiento, realizan parte de la ceremonia allí y luego bajan al awirachi , a danzar un poco y seguir haciendo ofrecimientos. Al terminar la colecta, recogen los materiales utilizados durante el ceremonial y emprenden el camino de regreso a Tarahumara, allá de nueva cuenta, el sipáame plática con el jíkuri y le avisa que ya han llegado al final de su viaje, allí se prepara el patio para la danza. De nueva cuenta ayudantes, familiares y algún enfermo inician los preparativos para hacer el círculo donde se realizará la raspa del peyote, al círculo solo entraran los invitados y los enfermos, nadie más. Todos los demás serán simples espectadores del evento.
Funciones sociales y culturales

La ruta sagrada del jíkuri en Chihuahua forma parte del patrimonio milenario de la cultura rarámuri. También es una parte importante de la historia de los lugares donde se colecta el peyote, como lo comentan las autoridades y lugareños de la Sierrita de la Candelaria y del Jabalí quienes por generaciones han visto llegar grupos pequeños de rarámuri a juntar jíkuri. Esta práctica ceremonial la realiza la cultura rarámuri, no hemos registrado (hasta el momento) que alguna de las otras antiguas culturas en Chihuahua: Odami, Warijio u O’oba, usen en ceremonias específicas o particulares el jíkuri. Como ceremonia específica, no existe registro al respecto, sin embargo los ódami refieren el uso del peyote San Gregorio para usos medicinales como: dolores reumáticos, golpes, mordida de víbora, dolor persistente de cabeza (migraña) entre otros. Para la gente rarámuri es importante, entre otras razones, porque el peyote es un elemento vital para la realización de las ceremonias de la raspa, misma que procura la recuperación de la salud, la liberación de las almas de los familiares muertos, el recuperar almas perdidas (en algunas partes de Tarahumara se menciona que Iye-Ono le dio 4 soplos o alientos de vida a las mujeres y 3 al hombre, mismas que se pierden o extravían cuando la gente enferma). Su uso proporciona un espacio, a través del ritual, que propicia la comunicación con las divinidades que forman el universo cosmogónico.
Riesgos

La desaparición de esta planta en la región, más aún el deterioro del hábitat de ésta, ocasionaría la pérdida de un lugar sagrado de peregrinación que se realiza desde hace tal vez cientos de años, así como la pérdida de un personaje con características sagradas para los rarámuri, quien también es un intermediario entre Iyérúami-Onóruami y el mundo material, como parte de la cosmovisión del mundo rarámuri. Este espacio, proporciona una ayuda extraordinaria para que “el mundo siga dando vueltas”, es uno de los encargos que hizo Iyérúami-Onóruami al pueblo rarámuri: no dejar de hacer sus ceremonias para que el mundo continúe. Si desaparece el jíkuri, el Señor de los Cerros, entonces iniciará el final de la cultura como tal.
 
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Fecha de última modificación: 3 de octubre del 2012, 23:16
Información proporcionada por:
Red Nacional de Información Cultural
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