Los carmelitas descalzos, apoyados por el rey Felipe II, vinieron a la Nueva España en 1585 con la intención de coadyuvar en la conversión de los nativos al cristianismo. Una vez establecidos, surgió la necesidad de que fundaran sus propios conventos, de ahí que en un periodo de casi dos siglos erigieran dieciséis casas conventuales en diferentes puntos durante el virreinato...
Los carmelitas fundaron en la ciudad de México, durante la primera década del siglo XVII, sus dos centros de intelectualidad: el Convento-colegio de Artes y Teología de Santa Ana, en San Ángel, y el Convento-colegio de Artes y Filosofía de San Joaquín, en Tacuba, dedicados a la vida religiosa y a la educación de sus novicios.