La posibilidad de vislumbrar el porvenir, de ver una realidad que nos atañe aunque ésta discurra en otro espacio-tiempo, es el tema central de esta novela, punto alrededor del cual el autor teje -con elementos de nuestra cultura popular y una cierta dosis de erotismo- la urdimbre en la que sus personajes principales, cuyos perfiles delinea sin florituras, habrán de buscar la felicidad y sucumbir, ineludiblemente, condenados por su trágico destino. Carlos, un estudiante agnóstico que trabaja como velador, en estado de vigilia experimenta, junto con su hermano, una visión alucinante y premonitoria -sin ellos saberlo, desde luego-, tan vívida que escapa a lo onírico y tan ilógica que no cuadra con su percepción de lo real.