El movimiento revolucionario iniciado en 1910 significó una transformación en distintos órdenes y trastocó las estructuras de la vida política, social y artística del país. A partir de los años veinte del siglo pasado, una amplia generación de artistas privilegiaron las técnicas de la estampa para cimentar, a la postre, un derrotero ineludible dentro de la cultura visual del México moderno. El Veracruzano Isidoro Ocampo, formado en aquella disciplina bajo la tutela de Francisco Días de León y Carlos Alvarado Lang, entre otros, perteneció a una vasta generación de creadores que no desligaron su trayectoria artística de su participación militante, y se sumó activamente a la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios y al Taller de Gráfica Popular.