Cuatro murmullos y un relincho en los llanos del silencio es como una tarde o una playa en la que, pese a que el mundo sea un lugar de polvo, están cayendo las estrellas en pos de esa metáfora –tan mexicana, tan poética– que es Susana San Juan entre la memoria de Dios y nuestro olvido, con hombres a caballo que buscan con desesperación algún mezquite dónde colgar el alma, alguna sombra de algo o alguien para sentar la llama de la sed. Poema formidable con la belleza a chorros, manantial de esperanzas invocando la vida a orillas de la muerte, sílaba que se incendia al tocar las imágenes, escritura de vidrio en la que se oyen alazanes pisoteándonos, lágrima que nos cae de punta al pecho. Aquí se achata el rayo; aquí la eternidad posa su prosa; aquí se bebe amor a todo lo que sueña y lo que mira como a través de un bosque de inmensidad y besos. Es poesía purísima, emoción fervorosa donde la esencia canta. Lo he leído y disfrutado como se disfruta oler un nardo de la Media Luna. Espero que tú también, lector, escuches y sientas esta música que llueve dulce luz de letras sobre el tambor del mundo. Herminio Martínez